El yo es sonámbulo y lúcido y subjetivo, y enferma periódicamente según los influjos del medio o la presión de la injusticia. El verdadero yo siempre está en tránsito, pero a la vez es prisionero de sí mismo, mientras se desplaza por algún punto de la cardinalidad interna o externa, tanteando algún camino y su resistencia está siempre en la creación (de aquello que anhela), que se ilumina permanentemente desde el gran faro de la intuición, la verdadera diosa fortuna.
Lila Calderón
Me había preguntado muchas veces si esta era una época especialmente compleja y dañina para la estabilidad psíquica del ser humano. Me había dado respuestas poco claras hasta cerrar las interrogantes con un conjunto de cuentos de humor negro creciente que me permitían dormir, tal vez soñar, y a veces incluso despertar con una nueva pregunta que daban ganas de vivir para poder responderla y eso, era ya un triunfo. Percibía que todo estaba en relación con esta especie de duplicación colectiva que había sido causada por una fuente generadora de muchedumbre. El «lleno total» de Ortega y Gasset era incuestionable, sólo que desde su época a la mía era más bien una pandemia. Vivía pensando en que de todos modos «el ser humano» era el único responsable. El mundo había sido reducido a un basural. Y ese es el punto. A mí no me gusta vivir en un basural. Me sentía tan directamente afectada por no poder intervenir para cambiar el escenario que, mientras aplacaba la molestia y la incomodidad feroz, comenzaba a notar cómo se instalaba en mí el desencanto. Y se manifestaba en mis gestos, aunque mi natural alegría aflorara a veces, gracias al humor absurdo que me habita cuando leo en el medioambiente signos contradictorios que estallan al chocar como florecientes callejones sin salida, que intentan cercarme el paso.
Sólo queda reconocer, luego
de la costumbre de vivir a una velocidad que corresponde más a la narración
cinematográfica que a lo que aprendimos como realidad en la infancia, que la
infancia está demasiado lejos y que hay que reeditarla con el conocimiento del
presente para que pueda ser reutilizada a favor de la creación, sin la
nostalgia o el viso de tragedia con que se la suele identificar, por el tiempo
perdido, pasado, descontado, que es insoportable si no se revisa a la luz de la
madurez y fuera del reflector dirigido del lugar común, puesto que está aún
aquí y ahora. El tiempo es manipulable, todo creador ha de contar con ello para
ser feliz haciendo y rehaciendo sobre el telón en blanco, convencido de que
tiene sentido, que hay hilos con los cuales construir una textura, que hay
trama. De otro modo, contarlo sería tiempo perdido. Absurdo por azar. Y tampoco
creo en el azar.
El azar tiene un sistema, un
código que hay que interceptar y trabajar como se trabaja con los elementos del
lenguaje y de la creación. Quien sea un habitué de los juegos sabe que hay
reglas y quién no conoce las reglas no sabe jugar y será por ignorancia siempre
un mal perdedor. Como aquél que cree que no tiene suerte en la vida, pero sí en
el amor. Que es peor. Todos tenemos suerte en el amor cuando lo merecemos, y si
lo merecemos,
tener suerte también es parte
de un trabajo, el talento está en interrogar las posibilidades del juego que se
elige en tal o cual momento y por qué. Un aparente perdedor está ganando cuando
llega a dominar las posibles razones de su pérdida. Está aprendiendo, está
probando, no se puede ser siempre un ganador como no se puede jugar contra uno
mismo o ser objetivo cuando se escribe el diálogo de los personajes que aún
somos.
El yo es sonámbulo y lúcido y
subjetivo, y enferma periódicamente según los influjos del medio o la presión
de la injusticia. El verdadero yo siempre está en tránsito, pero a la vez es
prisionero de sí mismo, mientras se desplaza por algún punto de la cardinalidad
interna o externa, tanteando algún camino y su resistencia está siempre en la
creación (de aquello que anhela), que se ilumina permanentemente desde el gran
faro de la intuición, la verdadera diosa fortuna.
Estos poemas son
testimoniales en el sentido de que son producto de mi mente y de mi yo central,
que unifica y hace de conciencia lúcida para los otros personajes -¿hablantes?-
que a veces quieren retirarse del juego por cansancio o que se desencantan por
la irresponsabilidad de sus congéneres,
que siguen jugando a la guerra entre el reguero
de muertos que han quedado al margen, olvidando que así se alimentan las
fábricas de armas, uniformes y las estrategias del poder para ganar hasta
dominar y manejar con propiedad los elementos, el principio de la vida para
dejarle el camino libre a la muerte. Es excesivo. Reinar para quién. Hablar
para quién. Escribir para quién.
Supongo que la respuesta aparecerá tarde o temprano. He debido crear una vida apropiada para mí. Me he demorado porque volví al inicio varias veces y confié en que no había venido a la vida para quedar fuera de juego sin alcanzar a comprender a qué estaba jugando y de qué lado quería jugar, cuál era la meta y si quería llegar. Además, el camino es bastante largo y a veces hay mucha niebla. Y también está lleno de asaltantes que esperan quedarse con lo nuestro por la fuerza, sea dinero, la varita de virtud, tu cuerpo, tu alegría, o tu silencio. El escenario es giratorio como la tierra y lo que se piensa o se vive es tan real como lo que se sueña. No se puede esperar que la poesía se instale o llegue a destino si el destino es móvil. Va y vuelve entre las vidas que creemos vivir o en las que creamos para que vivan por su cuenta y riesgo una vez que las liberamos. Todo está aquí o allá en la misma vertiginosidad de la rutina diaria donde la aldea global pierde sus secretos. Vivimos en el ciberespacio revelador compartiendo las magnéticas emociones humanas latiendo en un cielo lleno de rutas por las que todavía es posible perderse, o ganarse, porque ser o no ser continúa alentando el gran dilema.
Supongo que la respuesta aparecerá tarde o temprano. He debido crear una vida apropiada para mí. Me he demorado porque volví al inicio varias veces y confié en que no había venido a la vida para quedar fuera de juego sin alcanzar a comprender a qué estaba jugando y de qué lado quería jugar, cuál era la meta y si quería llegar. Además, el camino es bastante largo y a veces hay mucha niebla. Y también está lleno de asaltantes que esperan quedarse con lo nuestro por la fuerza, sea dinero, la varita de virtud, tu cuerpo, tu alegría, o tu silencio. El escenario es giratorio como la tierra y lo que se piensa o se vive es tan real como lo que se sueña. No se puede esperar que la poesía se instale o llegue a destino si el destino es móvil. Va y vuelve entre las vidas que creemos vivir o en las que creamos para que vivan por su cuenta y riesgo una vez que las liberamos. Todo está aquí o allá en la misma vertiginosidad de la rutina diaria donde la aldea global pierde sus secretos. Vivimos en el ciberespacio revelador compartiendo las magnéticas emociones humanas latiendo en un cielo lleno de rutas por las que todavía es posible perderse, o ganarse, porque ser o no ser continúa alentando el gran dilema.
(Introducción de una hablante en Lo que ocultan los vestidos de Lila Calderón, Editorial Bordes - 2014)